O.J. Simpson, fallecido a los 76 años, será recordado como la estrella del fútbol americano que fue juzgada y absuelta por el asesinato de su exesposa, un veredicto que no evitó que cayera en desgracia.
Por otro caso de robo a mano armada y secuestro fue sentenciado a 33 años de prisión, de los que cumplió nueve para salir en libertad condicional en 2017.
Orenthal James Simpson era considerado un dios en Estados Unidos y su fama no cayó al colgar los botines y adentrarse en el mundo del entretenimiento.
Pero el asesinato de su exesposa Nicole Brown Simpson y de un amigo de ésta, Ron Goldman, lo bajaron del olimpo y lo llevaron al banco de los acusados en 1994 en el llamado «juicio del siglo».
El jurado lo declaró inocente, aunque luego en una corte civil fue hallado culpable y obligado a pagar 33.5 millones de dólares en daños, una cuenta que nunca finiquitó.
Simpson nació el 9 de julio de 1947 en San Francisco. Su padre abandonó la familia cuando tenía cinco años, dejándolo al cuidado de su madre en un hogar muy pobre. Se le deformaron las piernas por raquitismo debido a la falta de vitaminas y calcio.
Sin dinero para pagar una operación, su madre le hizo usar toscos aparatos ortopédicos y a calzarse los zapatos en los pies contrarios para fortalecer sus piernas.
El método funcionó tan bien que podía correr 100 yardas (91.4 m) en 9.9 segundos.
Pero ya entonces, O.J. se perfilaba como un «niño problemático», que estuvo una semana en prisión a los 15 años por robar una licorería.
Al ser liberado, fue recibido por la estrella del béisbol Willie Mays, que lo orientó a mantenerse al margen de los problemas y dedicarse a explotar su talento.
Comenzó a correr en la dura pista de un proyecto de vivienda social de San Francisco y de ahí se catapultó a la fama y la gloria del fútbol americano en los Buffalo Bills.
Ganó el codiciado trofeo Heisman en 1968 y, en 1973, ganó el premio al jugador más valioso. En 1985, entró al Salón de la Fama de la NFL.
Sin querer salir del estrellato, pero consciente de que las piernas no le durarían para siempre, comenzó una menos brillante carrera como comentarista deportivo para luego enfocarse en Hollywood.
Dijo que tuvo suerte en llegar al mundo del cine cuando los actores negros eran más demandados, pero con excepción de algunos éxitos, como «Infierno en la torre» y «Capricornio uno», las películas en las que trabajó no tuvieron demasiada repercusión.
Sí la tuvo en la industria de la publicidad, con anuncios para reconocidas marcas, incluidos los de la compañía de alquiler de autos Hertz, que le dieron reconocimiento y mucho dinero.
En 1977 conoció a Nicole Brown, entonces de 18 años y mesera en una discoteca cuando él ya era una estrella. Se separó de su primera esposa, con quien había tenido tres hijos, y en 1985 se casó con Brown, con quien tuvo dos niñas. En 1992 se divorciaron.
Dos años después, el 12 de junio, Brown y Goldman fueron hallados muertos a puñaladas afuera de la residencia de ella en un suburbio de Los Ángeles.
Simpson se convirtió en el principal sospechoso de los brutales asesinatos.
Después que no se entregara a la justicia, la policía lo persiguió durante horas por autopistas de la metrópoli californiana, operación que fue transmitida en directo y que se convirtió en uno de los fenómenos mediáticos de todo el país.
Su largo juicio -que fue objeto de varios documentales y series de televisión y acaparó la atención de buena parte del mundo- terminó en un veredicto de inocencia que dividió al país.
No pudo evitar las rejas cuando en 2007 fue arrestado en Las Vegas por secuestrar y robar a mano armada a dos coleccionistas de objetos deportivos.
El caso que le costó 33 años de cárcel, de los que cumplió la pena mínima para ahora volver a la libertad en 2017.
El miércoles, «sucumbió a su batalla contra el cáncer», escribió su familia este jueves en la red social X.